Perseverad en la oración.
Colosenses 4:2
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante
de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses
4:6-7
Nuestra cita
diaria con Dios
Se cuenta la historia de un ministro cristiano que,
una mañana, hizo esperar al rey. «Le ruego que me disculpe, Majestad, tenía una
cita con el Rey de reyes, dijo cuando llegó». Así calificaba ese tiempo de
oración con su Dios.
La oración
es la actividad primera de nuestra vida cristiana. Velemos
para que esta comunicación con Dios siempre esté abierta para adorarlo,
alabarlo, interceder, presentarle nuestras necesidades y darle gracias por sus
dones y sus respuestas. Tener una audiencia con el Dios soberano es el
privilegio más elevado que un hombre podría esperar.
Nuestro servicio cristiano, en privado o en público,
es importante; pero debe estar en armonía con nuestra vida interior y ser el
resultado de la comunión con el Señor. Cuidémonos de engañarnos a nosotros
mismos mediante actividades motivadas sobre todo por sentimientos altruistas
que no estén fundados en la fe en Jesucristo, nuestro Maestro, ni dirigidos por
él.
Es importante que dediquemos tiempo a la oración.
Nuestro Señor nos dio ejemplo de ello cuando vivió en la tierra; los evangelios
nos dan testimonio de ello: “Él fue al
monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lucas 6:12). Como él,
busquemos momentos tranquilos, lejos de todo, para estar en compañía de nuestro
Maestro. Siempre saldremos con más seguridad y energía para llevar a cabo las
tareas que él nos confía.