¡Silencio, Dios quiere hablarnos!

 

1ra. de Samuel 3:10 Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 

Lamentaciones 3:26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. 

Oseas 2:14 Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. 

Hoy son muchos los que no saben aislarse y deternerse para reflexionar y orar a Dios. Algunos incluso sienten una verdadera angustia solo al pensar en estar solos. Y si no pueden escuchar ruidos o las distracciones de todo tipo, alimentan ideas oscuras. La sociedad contemporánea está organizada de tal modo que se ha hecho casi imposible leer o reflexionar en los lugares públicos. Un periodista en un diario dijo: La música y el ruido nos acompañan en el camino, en el autobús, en el centro comercial, en el restaurante e incluso en el trabajo, en la playa… Giramos el botón de la radio para escuchar palabras sin hacer caso de su sentido. El ruido es un estupefaciente, y como todos los estupefacientes, un remedio para la angustia de estar solos.

         El cristiano no escapa a esta calamidad muchas veces. Por ello es imperativo que reservemos algunos momentos a solas con Dios. Así como el rocío no cae cuando sopla el viento, la Biblia no nos transmite el mensaje divino cuando nuestra mente está turbada por la contaminación sonora o moral. El creyente debe descubrir o redescubrir esos momentos favorables de la intimidad con el Señor, para que él hable a su corazón.

         ¡Hagamos silencio, no solo a nuestro alrededor, sino en nosotros mismos, para poder escuchar la Palabra de Dios!