Hijos de Dios
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de
Dios... Amados, ahora somos hijos de Dios. 1 Juan 3:1-2
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado. Romanos 5:5
¡Qué título! ¿Quién podría pretender tenerlo? Dios lo
da a todos los que reciben a Jesús como su Salvador, tal como mis padres me
dieron sus apellidos cuando nací.
La Biblia nos dice: “A todos los que le recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni
de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
Los que creen en Jesús nacen de nuevo. Reciben su vida, la vida eterna. Dios
los llama sus hijos.
Dios desea que manifestemos los mismos caracteres que
él. Él es luz (1 Juan 1:5), y nos
pide que andemos “como hijos de luz”
(Efesios 5:8). También es amor (1
Juan 4:8), y el Espíritu Santo
derrama su amor en nuestros corazones (Romanos 5:5) para que lo vivamos en
todas nuestras relaciones, sobre todo con nuestros hermanos y hermanas de la
familia de Dios.
También existe una casa familiar en la que todos los
hijos de Dios vivirán un día; esta es la
casa del Padre (Juan 14:2).
Una gran herencia espera a todos los que componen la
familia. Dicha herencia está “reservada en los cielos” (1 Pedro 1:4), y no puede desaparecer ni perder su valor.
Pero lo más hermoso de todo es que tengo un Padre que
me ama incondicionalmente y siempre vela sobre mí. “El Padre mismo os ama”
(Juan 16:27).
¿Pertenece usted a esta familia?
Jeremías 40 - 1 Corintios 14:20-40 - Salmo 104:14-18 - Proverbios 22:28